Para el pequeño David: Rey de los Salvo y Patriarca de los Pérez.
Tras horas de dolor,
tras meses de espera…
llegaste tú, pequeño,
estrenando la primavera,
dejando atrás la soledad
y las heridas abiertas.
Tienes la piel nueva,
De sonrisa, de quimera.
Hueles a nenuco y canela
y a biznaga malagueña.
Derramando gotas de amor preñado,
nació por fin la flor de vida,
del pubis materno quebrantado,
alumbrando como Dios con su sonrisa.
Eres frágil y risueño,
pequeño Rey David
y controlas con tu sueño
desde el alba al alhelí.
Sobre tus ojos cerrados,
descansa el mundo cansado
Y con tus dedos delgados,
acaricias felices la manos.
Tu preciosa frente, casta,
tus orejas perfectas, exactas
y tus suaves labios,
dibujando besos perfilados.
Aquí nos tienes, criatura,
plantados a los pies de tu cuna,
que nuestra vida cobra otro sentido
porque antes… todo era ruido
y tu llanto se torna en nana,
cuando nos cantas por la mañana.
Marimar, es una preciosidad, igual que el niño.
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