A mi suegro, Enrique Salvo, gran arquitecto en las obras de la
vida
A veces la vida te deja sin palabras, te deja sin sentido y con
dolor,
con tristeza en el llanto y la voz…
Hoy regreso a la
antigua capital
del imperio de
la arquitectura
y solo quedan
proyectos olvidados,
premios
amontonados, figuras,
ordenadores
cubiertos de polvo,
sillas vacías y
corazones rotos.
Espacios
amplios, diáfanos y sucios,
ceniza por el
suelo, aire y humo.
Absurdas mesas
de junta, teléfonos mudos,
estanterías con
libros anticuados
y un antiguo
olor a éxito a lo lejos…
Mientras las
nubes corren veloces por el cielo,
mis pensamientos
abren olvidados recuerdos:
aún oigo las
voces de los arquitectos
ordenando planos y proyectos.
Aún huele el
café de los aparejadores
mientras dibujan
delineantes los bocetos.
La secretaria a
la entrada, sonriente,
recibiendo
encargos y nuevos clientes.
Casas por vivir,
locales por crear,
vidas sin
construir… años atrás.